“Mi misión es contar”
18/06/11
Fue compañera de colegio de Ana Frank y también en el campo de concentración. Sobrevivió al Holocausto y evoca su historia.
Yo la conocí en octubre de 1941. Era una chica como tantas otras en esa clase del Liceo Judío. Estábamos allí porque el gobierno holandés había acatado el pedido de Hitler de separar a la población judía de las escuelas comunes y habilitar para ellos quince nuevas escuelas. Todas veníamos de lugares diferentes, pero allí nadie hablaba, nadie discutía porque sabíamos que estábamos en una situación difícil y teníamos miedo. Por eso, no sólo me acuerdo de Ana Frank. Recuerdo a todas las demás jovencitas que se iban yendo y que fueron asesinadas. No fui su amiga, pero estuve en su cumpleaños, cuando le regalaron el diario.” Nanette Blitz Konig tiene los ojos de un azul acerado, la cara con arrugas y una energía poco común a sus 83 años. Está en Argentina para conmemorar los dos años del Centro Ana Frank y el 82° aniversario del nacimiento de su compañera de colegio, la chica que murió en Bergen Belsen, el mismo campo de concentración donde Nanette sobrevivió. Ana Frank escribió un diario que difundió su voz a los cuatro vientos en sesenta y siete idiomas. A Nanette le quedaron las palabras para nombrar el horror y contar lo que vio, dice, es la misión de su vida. La sombra de Ana es su carta de presentación y también su sostén, su retaguardia.
“Recuerdo bien el día de su cumpleaños, el 12 de junio de 1942, por dos cosas. En primer lugar, porque estaban todos los regalos sobre una gran mesa, y entre ellos el diario. En segundo lugar porque el padre de Ana comenzó a proyectar una película Super 8 donde aparecía una mujer preparando mermelada en el fregadero. Yo no entendía qué tenía de particular que alguien hiciera mermelada, mi mamá también hacía y no la habíamos filmado nunca. Pero después apareció una película de Rin Tin Tin y ahí me di cuenta de que todo estaba en el mismo rollo. La escena de la mermelada era una publicidad de la firma Deli, una de las empresas de Otto, el papá de Ana -agrega Nanette-, pero eso yo lo supe mucho después.” La mujer que se había prestado para el comercial de mermelada tuvo una importancia central en la historia que vendría después. Era Miep Gies, empleada de Otto Frank, quien se convirtió en una de las protectoras de los refugiados en el escondite en la parte de atrás de la fábrica, el pequeño departamento donde ocho personas vivieron sin hacer ruido durante dos largos años y donde Ana escribió su diario. Fue justamente Miep Gies quien lo encontró luego de que la Gestapo irrumpiera en el anexo llevándose a la gente con destino al exterminio. De todos ellos sólo Otto sobrevivió.
¿Qué pensó cuando de un día para otro Ana dejó de ir a la escuela? Fue poco después del cumpleaños.Ellos habían hecho correr el rumor de que se habían ido a Suiza, y lo creímos. Tan es así que cuando la vi en el campo de concentración me asombré y le pregunté cómo era posible si estaba en Suiza... Ana era un esqueleto. Todos éramos esqueletos, pero ella no tenía carne en las caderas. Venía de Auschwitz, estaba muy debilitada.
¿Ana pensaba sobrevivir? Absolutamente. Me dijo que había escrito un diario cuando estaba escondida y que después de la guerra iba a usarlo de base para escribir un libro. Quería ser escritora. Yo la ví varias veces, hasta que la llevaron a la barraca de los enfermos. Tenía tifus” Ana murió 35 días antes de la llegada de los aliados al campo. Nanette, con 30 kilos de peso, sobrevivió al tifus y a la tuberculosis. Sin familia, sin documentos, sin educación, sin nadie con quien hablar del horror, Nanette viajó a Londres, a casa de sus tíos. Hizo un curso de secretaria, conoció a John Konig, el ingeniero húngaro con quien se casó en 1953 para radicarse juntos en Brasil, donde nacieron sus tres hijos.
¿Cuándo comenzó a contar? Comencé cuando aquellos que sobrevivieron a Polonia dijeron que Holanda fue un paraíso. Los sufrimientos del Holocausto no se comparan, porque cada país tuvo circunstancias muy diferentes. Pero si bien en Polonia fue asesinado el 91% de su comunidad judía, en Holanda fue el 80%. Holanda siempre quiso dar la impresión de que había defendido a los judíos pero, por ejemplo, fue el Consejo holandés y no el gobierno alemán quien separó las escuelas. Yo hablo para que estemos atentos, porque a Hitler lo eligieron democráticamente. Y porque cuando la economía está mal las minorías comienzan a ser perseguidas.”